23 de enero de 1949, el exilio de nuevo, nueve años esta vez y bajo la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, durante ese tiempo peregrine entre Estados Unidos, Cuba, Costa Rica y Puerto Rico; y visité Bolivia, Chile, Uruguay y México. En ese tiempo escribí sin tregua sobre mi angustia venezolana, sobre el destino latinoamericano, sobre la utopía de un mundo democrático y moderno; denunciar con resolución y coraje, donde estuviera, al régimen autoritario, y si, lo digo sin pena, fue tiempo en el que estaba conspirando en contra del dictador, tiempo para dirigir, organizar y elaborar lineamientos estratégicos para su partido, para los otros exiliados de la dictadura y para la resistencia opositora que operaba clandestinamente en el país.
Debo admitir que la impotencia de no poder estar luchando en mi país en contra de la ideología en la que no creía crecía día tras día, y la forma de desahogo que reencontré fue mi vieja compañera, la escritura, así podía expresarme libremente, escribí incontables artículos y publicación, pero en las páginas donde dejé mis desvelos venezolanos y americanos fue sin duda en Venezuela, Política y Petróleo; uno de mis tesoros publicado en noviembre de 1956 por el Fondo de Cultura Económica de México. Una vez más, aproveche mi permanencia fuera para establecer contactos personales y epistolares con prominentes figuras, partidos políticos y grupos sociales, tampoco pude evitar involucrarme y solidarizarme con las causas democráticas del hemisferio, con el movimiento cubano en contras de Fulgencio Batista; con la gestión de Luis Muñoz Marín en Puerto Rico; y con la Revolución Boliviana.